En 1955, seis estudiantes universitarios partieron de Londres en dos vehículos Land Rover en una expedición épica hacia lo desconocido. El destino era Singapur y el premio era un lugar en la historia. Tim Slessor, uno de los miembros del equipo, comparte sus recuerdos sobre cómo empezó la aventura.
Sería una de las expediciones por tierra más largas que se habían realizado: de punta a punta del planeta, desde el Canal de la Mancha a Singapur.
Como buenos estudiantes, no teníamos ni dinero ni vehículos ni nada de nada.
Como tantas otras cosas en el Cambridge de los 50, la idea se gestó a altas horas de la madrugada frente a una taza de café. Yo había ido a tomarme una copa a la habitación de Adrian Cowell, y de pronto él empezó a dejar volar la imaginación. ¿Por qué no organizamos una expedición en coche hasta Singapur? ¿Estás loco? Puede. Pero, ¿por qué no? Nadie lo ha intentado todavía. Seríamos los primeros.
Buscamos un atlas. Trazamos una ruta. Calculamos las distancias. Estuvimos hablando toda la noche.
Y así es más o menos cómo se gestó la expedición, o más bien cómo se concibió.
El equipo se reunió sin que nos diéramos apenas cuenta. El primero en apuntarse fue el cámara Antony Barrington Brown, al que llamábamos BB. El siguiente fue Henry Nott, presidente del Motor Club de la Universidad. Luego apareció Pat Murphy, piloto con visado diplomático.
Entonces se nos ocurrió fichar a alguien de Oxford. Pensamos que si finalmente conseguíamos los dos coches que necesitábamos, uno lo pintaríamos de azul claro y el otro de azul marino. La atención de los medios haría que nos resultara mucho más fácil atraer patrocinadores.
Hicimos una oferta a "Los Otros", a Oxford. Y respondió Nigel Newbery, que se convirtió en nuestro intendente y segundo mecánico. Por su parte, Adrian, que fue quién había empezado todo aquello, ya era nuestro "business manager", tesorero, contable y presidente. Fue él quien, primero por carta y luego yendo personalmente a Birmingham, trató de convencer a los de la Rover Company de que éramos capaces de llevar a cabo un viaje que, para muchos era simplemente imposible.
Pero como decía Adrian, si al final conseguíamos realizar la primer expedición por tierra a Singapur, la publicidad para Rover sería bastante considerable. Unos días después, los de Rover nos escribieron diciendo que entendían la lógica de la propuesta de Adrian. Te aseguro que lo celebramos a lo grande.